Jun2024
El Universo
Y el que lo habita, por así decir, ¿quién es?Atardecer, crusoe, primavera, estrella, explosión, cerebro, existencia, dimensiones, reflexiones.
El hombre estaba cómodamente sentado en su sillón preferido a la media luz del final de un atardecer, la vela que el mismo había fabricado ya se apagaba, pero eso poco importaba porque ya no había nada que hacer a esa hora. El sol había dicho que la hora del descanso corría, y no sería hasta el próximo amanecer que hubiese urgencia alguna; de no aparecer algún imprevisto, él podía entregarse tranquilamente al discurrir de los acontecimientos.
Robinson Crusoe, un personaje perdido en una solitaria isla. Podría haber sido cualquiera; el debe haber contado los días, por eso al negro le puso Viernes por nombre... también en la celda el preso cuenta los días, él tiene una meta que solo ese tiempo que va contando puede cumplir, obviamente, la liberación. ¿Por qué razón querría Robinson mantener la cuenta del tiempo?, Posiblemente él esperaba poder contar a sus congéneres cuántos días, semanas o años, estuvo solo y perdido; seguramente vivía con la esperanza del rescate.
Hubo posiblemente un tiempo en que se conocía la llegada del verano por el calor y los frutos de las plantas, y la presencia del otoño por la caída de las hojas; la primavera no siempre llega el 21 de septiembre, en realidad casi nunca cumple con esa expectativa que el calendario nos crea, o viene un poco antes, o un poco después, pero el hombre que tranquilamente sentado en su sillón favorito dejaba correr los acontecimientos, sabía bien que en ese mismo día que le había tocado vivir, se había instalado la primavera en persona, con su exuberante presencia, con su cálida sonrisa, sus verdes brotes y un cosquilleo en el cuerpo que por su propia voluntad pretendía prepararse para la conquista de aquella señorita que se había convertido en su anhelo desde hace algún tiempo.
Si no fuera porque los diarios, la tele, la radio y otras fuentes indicaban día a día el año que corría, y porque sus padres se habían ocupado de sellar en su memoria el año de su aparición en el mundo, hace ya mucho que hubiese perdido la cuenta de cuántas primaveras había visto llegar, a pesar de que no eran demasiadas, cuarenta para ser exactos.
Si hoy aparece una nueva estrella en el firmamento, el no logrará enterarse nunca. Para cuando su luz llegue hasta este rincón del universo, ya no estarán sus ojos para recibirla, y quién sabe si habrán ojos de hombres y mujeres que la puedan ver.
Hubo una vez una estrella de estas, hoy la llamamos el sol, curioso cambio de género, son las cosas del lenguaje, y según se cree por estos días, algunos gases de este sol tendían a escapar de la superficie creando anillos, cuyas órbitas fueron poco a poco ampliándose hasta que los gases se enfriaron suficientemente como para formar planetas. Parece un asunto insólito, y porqué no también, un tanto insolente, dadas las creencias que aún hoy tenemos acerca de la creación; parece también desde otro punto de vista una reproducción por brotes, una especie de emancipación cósmica. De entre esos gases se forma nuestro planeta, con equis condiciones que eventualmente permiten la formación del aire, el agua y finalmente la vida orgánica. ¿Cómo?, no se sabe bien aún, y ¿porqué? menos; pero si se sabe que el proceso debió llevar mucho tiempo; tiempo que no se puede medir en un calendario, tiempo que no se puede contar por días, tiempo al que no se puede celebrar periódicamente, y es muy posible que este sol haya tenido una historia similar, se haya desprendido de algún otro centro mayor, el que a su vez podría haber sido la consecuencia de una gran explosión según dicen los que investigan estas cosas.
La amable voz que hablaba por la radio, contando todo esto, se mezclaba con los pensamientos que surgían en el cerebro del hombre, mientras tranquilamente discurrían los acontecimientos de esa ya casi noche de septiembre, de esa primavera que tan dulcemente se había presentado ese mismo día. Surgían en ese cerebro, que era una de las tantas consecuencias de la aparición de la vida sobre el planeta, que en un principio había existido dentro del sol, siendo una parte de sus incandescentes gases, y que ahora era una cabal muestra de la evolución de la vida y las especies, un cerebro humano, capaz de tantas cosas. Y el que lo habita, por así decir, ¿quién es? Dentro de toda esta inmensidad, dentro de estas dimensiones incomprensiblemente grandes, ¿que es esa existencia personal?, El hombre, tranquilamente observando el discurrir de estos acontecimientos desde su sillón preferido, sintió una extraordinaria pequeñez, la brevedad de su historia personal, la insignificancia de su presencia en el mundo. Pero al mismo tiempo comprendió la grandeza del fenómeno que el mismo representaba, la vida inteligente, que como aquellos gases que escapan de la estrella, se emancipa y cobra vida propia, dando un nuevo sentido así a la acción del creador.